El miedo al fraude entre entidades y usuarios es un factor crítico que puede ralentizar la expansión de otras tecnologías, como los canales móviles para banca y comercios.
Por Maria José Bastero, Desarrollo de Negocio Área antifraude Tecnocom
En los últimos años estamos asistiendo en América Latina a un espectacular crecimiento del comercio electrónico, tanto en los países más desarrollados como en los emergentes, consecuencia de la expansión de internet, el incremento del uso del celular y el aumento de las transferencias a través de dispositivos móviles.
Las operaciones con tarjetas de crédito y débito en la región continúan evolucionando a un ritmo ascendente (como refleja el informe de Tecnocom sobre Tendencias en Medios de Pago 2015), a la vez que se produce una penetración de la banca móvil (con crecimientos anuales superiores al 60%), incluso entre segmentos de población tradicionalmente no bancarizados.
Como era de esperar, todo ello está propiciando la intensificación del fraude cibernético en Latam, que presenta porcentajes de crecimiento superiores a la media global. Según LACNIC (Registro de Direcciones de Internet para Latinoamérica y el Caribe), sólo en comercio electrónico el fraude en la zona superaba ya en 2012 los 430 millones de dólares.
Resulta evidente que las medidas puestas en marcha hasta el momento para luchar contra esta lacra no están dando el resultado esperado. Los delitos cometidos son cada vez más sofisticados, los defraudadores se encuentran más preparados, disponen de mejores herramientas y tienen un mercado mucho más amplio sobre el que actuar. Aunque existe una escasez generalizada de estadísticas de fraude en la región debido, en parte, a la reticencia de los sectores afectados en proporcionar información, según el Reporte de fraude online en América Latina, desarrollado por la filial de Visa Internacional CyberSource y el Instituto Latinoamericano de Comercio Electrónico (eInstituto), el promedio de contracargos en Latam es más del doble del detectado en EUA y Canadá, y el índice de rechazo de órdenes de compra es tres veces superior al de los comercios de estos países.
Fuente Reporte de fraude online en América Latina
Pero el problema no afecta únicamente a compras con tarjetas. El miedo al fraude entre entidades y usuarios es un factor crítico que puede ralentizar la expansión de otras tecnologías, como los canales móviles para banca y comercios.
Además, ya no se trata sólo de disminuir el coste económico directo que suponen las actividades delictivas. La globalización y el aumento exponencial del uso de las redes sociales, hace que tengamos que tener más presente que nunca el riesgo reputacional. Un cliente que haya sufrido un fraude se lo pensará dos veces antes de comprar en el mismo establecimiento, o solicitará una tarjeta en otra entidad bancaria si estima que la suya no ha puesto en marcha todas las medidas posibles para protegerle, pero además, se corre una alta probabilidad de una publicidad negativa, que puede ser viral, ante la falta de seguridad del comercio de compra, o entidad emisora de la tarjeta. Aún en el caso de que finalmente el importe fraudulento le sea devuelto, el daño está hecho. Las encuestas realizadas por organizaciones de consumidores demuestran que los usuarios están más dispuestos a operar en establecimientos y con entidades financieras que ofrezcan medidas de seguridad reforzadas.
Por tanto, no es suficiente utilizar únicamente herramientas que permitan parar el fraude conocido. Es necesario adelantarse y prevenir el cibercrimen, detectando comportamientos anómalos en la actividad de clientes y comercios en el mismo momento en que se producen. Los sistemas detectores de fraude que exigen costosos períodos de reentrenamiento en el laboratorio cuando se manifiesta un cambio en los patrones de fraude, están quedando obsoletos; es necesario incorporar nuevos productos basados en inteligencia artificial, que sean capaces de procesar ingentes volúmenes de datos, y que se adapten dinámicamente a los cambios en dichos patrones delictivos, proporcionando una respuesta inmediata.
Y todo ello controlando los falsos positivos. Según el reporte del eInstituto, el 31% de las órdenes de compra en comercio electrónico son revisadas manualmente (más del doble que en Europa) y el 65% de éstas son finalmente aceptadas. El alto índice de contracargos unido al de órdenes revisadas puede ser significativo de un elevado número de errores en la calificación del fraude, lo que preocupa por igual a bancos y comercios. Además del coste económico que supone, conviene no olvidar que un cliente que haya visto como su compra en internet es rechazada o su tarjeta bloqueada por un error en los sistemas de prevención, muy probablemente será un cliente perdido. Por ello, las entidades financieras exigen cada vez más a sus sistemas antifraude, que muestren a los gestores antifraude, de forma transparente y online, los motivos por los que una transacción tiene una alta probabilidad de ser fraudulenta, de modo que puedan actuar sobre ella con la máxima eficiencia posible, interpretando con la información proporcionada el por qué de las alertas levantadas, de forma que se incurra en un ciclo virtuoso, cada vez más rico, ante próximas detecciones. La mayoría de sistemas actuales, especialmente aquellos orientados a técnicas de detección neuronal, son probablemente demasiado opacos para dicho objetivo. Sin embargo, los nuevos sistemas de detección matemática (pe. sistemas bayesianos), se están revelando como una gran alternativa para los nuevos tiempos, en gran parte por su transparencia en el diagnóstico, tasas de falsos positivos optimizadas, por su reacción inmediata ante cambios de patrones fraudulentos (y sin costes de reentrenamiento), y por un diseño más acorde a la gestión de cantidades ingentes de datos.
La Organización Mundial del Comercio prevé, para los próximos años, que aumente exponencialmente el uso de internet, y es necesario que bancos, comercios y usuarios estemos preparados para evitar que el importe defraudado aumente a un ritmo todavía mayor. Es evidente que nunca va a poder obtenerse una tasa de fraude cero, pero sí es posible generar un entorno más seguro si se dispone de las aplicaciones adecuadas, se actualizan los procedimientos de control, y se forma a los clientes en el uso correcto de las nuevas tecnologías.
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