El discurso del saliente supersociedades, Francisco Reyes, durante la ceremonia de graduación de posgrados en la facultad de Derecho de la Universidad de los Andes, sirvió para realizar un repaso sobre las cualidades y defectos del ejercicio de la abogacía en Colombia. La disertación se volvió viral en redes sociales.
Francisco Reyes, superintendente de Sociedades.
La razón debe ser sencilla y el propio Reyes lo dice en el discurso: Colombia es un país de abogados; según el funcionario en Colombia debe haber por lo menos 400.000 profesionales de esta área.
“El número de personas que pueden ejercer la profesión entre nosotros es, por decir lo menos, alarmante. Parodiando la famosa frase de Ángel Osorio, ‘en Colombia todo el mundo es abogado, mientras no pruebe lo contrario’. Hay 355 abogados por cada 100.000 habitantes, cifra que sobrepasa a la mayoría de países del mundo.
En la región latinoamericana, solamente Costa Rica supera esta relación entre habitantes y abogados. En los países europeos el número es mucho menor. Así, por ejemplo, en Francia apenas hay 77 abogados frente al mismo número de habitantes. Frente a los 355 de Colombia, Francia, que es la cuna de muchas de nuestras instituciones jurídicas, está cuatro veces por debajo de esta proporción”, argumentó el funcionario en su disertación ante los graduandos.
En este punto del discurso, Reyes inició un análisis sobre los desafíos que se les presentan a los abogados actualmente. Destaca que hay enormes problemas por la “proliferación de facultades de derecho. En nuestro país hay cerca de cien, cifra que contrasta con el número de facultades que existen en Alemania: Apenas 22, a pesar de que la población allá es de 82 millones de habitantes. En Holanda, solo hay nueve. Con el número de habitantes que tiene Colombia, si quisiéramos tener una proporción semejante a la alemana, deberían existir aquí tan solo 13 facultades de Derecho”.
Aseguró que para que los abogados se destaquen deben, sin lugar a dudas, hablar otros idiomas. Sin embargo declaró que primero deben tener el dominio pleno de su propio idioma. Esto “es esencial para ejercer la profesión en cualquiera de sus múltiples modalidades, pero también para comunicarse adecuada y razonablemente. Sin extranjerismos, ni muletillas, de manera clara y concisa. (Estamos plagados de anglicismos e invadidos por los no menos abominables, galicismos)”, criticó.
Si bien tuvo un tono de crítica sobre la proliferación de facultades y profesionales en el área del derecho, sobre lo que más se detuvo fue sobre los asuntos éticos. Destacó que la abogacía es una carrera un gran espectro de opciones.
“Tal vez no exista profesión que ofrezca tantas posibilidades de servicio como el Derecho. Bien desde el sector público, como funcionario o creador de políticas públicas; como docente, para trasmitirle a las nuevas generaciones lo mejor del pensamiento jurídico o como abogado practicante; en el litigio o la consultoría, para contribuir a que se cumplan los objetivos de equidad y de justicia que subyacen a nuestra profesión o en el mundo empresarial, para crear riqueza y bienestar”, se puede leer en su discurso.
Para poner énfasis en el tema, cita al tratadista Ángel Osorio quien señaló que "en el abogado la rectitud de conciencia es mil veces más importante que el tesoro de los conocimientos. Primero es ser bueno, luego, ser firme; después ser prudente; la ilustración viene en cuarto lugar; la pericia, en el último".
El éxito de este discurso refleja que las reflexiones sobre el futuro del derecho parecen hoy más necesarias que nunca, cuando por cuenta de muchos escándalos, como el del "carrusel de la toga", ha quedado en evidencia que la profesión parece atravesar una profunda crisis.
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