La infección de la evasión

Ciertos contadores y asesores tributarios son los verdaderos responsables de la cultura de evasión de impuestos entre los más ricos. 

El Banco Mundial y el FMI realizaron un foro sobre la tributación de la riqueza en países en desarrollo. Los más importantes académicos del mundo presentaron información detallada sobre las fortunas del 0,01% más rico de la humanidad atesoradas en paraísos fiscales y lo que representa en menores recaudos de impuestos.

Las estimaciones de la riqueza prófuga van desde US$8 billones hasta US$20 billones; entre 11% y 22% del producto interno bruto mundial. Gabriel Zucman, profesor asistente de la Universidad de Economía de Londres, acaba de publicar en el NBER un dato cierto, aunque subestima la riqueza total de los evasores. Los sistemas de intercambio de información ya permiten conocer con bastante certeza la riqueza financiera en buena parte de los países del mundo. Irónicamente, con la excepción de los Estados Unidos, que es uno de los pocos que solo intercambia información de flujos y no de acervos de riqueza. Las fortunas en propiedades, vehículos, yates, joyas, arte, metales preciosos, sociedades, etc. sigue siendo un asunto por explorarse y no está incluido en estas estimaciones, pero a juicio de los expertos no es lo sustancial.

Zucman utiliza toda la información reportada por bancos al BIS y el reporte de Suiza de los montos de dineros a nombre de extranjeros en sus bancos. Esto permite hacernos a una idea cierta sobre cómo US$8,7 billones de las personas más ricas del mundo no tributan. En el caso de Colombia ese número se podría estimar en casi US$50.000 millones en 2017. El Boston Consulting Group ofrece un estimado 20% mayor que el de Zucman, pero su metodología no se publica de forma tan detallada y es el producto de sus diálogos con clientes y los banqueros de estos segmentos: los enigmáticos administradores de grandes fortunas (Wealth Managers), administradores de 14% del producto interno bruto mundial.

Como lo ilustran las noticias sobre algunos de los implicados en los Papeles de Panamá, los contratos de consultoría ficticios, el pago de falsas primas de seguros, los giros por intereses a créditos de yo con yo y facturas falsas son algunos de los creativos instrumentos con los que prestigiosos asesores tributarios y contadores logran que sus clientes ricos evadan impuestos.

Un alto porcentaje de esos capitales en paraísos fiscales son utilidades no declaradas o sobornos pagados en el exterior. Como mínimo el impuesto que dejaron de tributar es algo cercano a los US$15.000 millones. Estamos hablando de personas dueñas de activos muy rentables, como las grandes concesiones públicas, o las más rentables empresas, carteles o monopolios, por esto muchos de ellos vuelven y traen esos mismos capitales a Colombia como inversión extranjera o como créditos a sus sociedades, como lo hizo evidente el manejo del Fondo Premium de los dueños de Interbolsa. Las cifras del Banco de la Republica sobre inversión extranjera siempre tienen a Panamá, Anguila y otras islas del Caribe entre los principales orígenes.

Entonces, la evasión no es solo la de la fuga original del capital sino también la del flujo de sus rendimientos. Aquí es razonable estimar que, en promedio, logren rendimientos de 10% al año como mínimo, que es el monto que algunos aceptaron cuando decidieron invertir en el fondo de Bernie Madoff en Islas Caimán o en los fondos exclusivos que gestionaba Andrés Piedrahita. El flujo de impuestos que estos capitales evaden está como mínimo entre $4 billones y $5 billones al año.

El 0,01% más rico de los hogares, aquellos con patrimonio neto de más de US$100 millones, pertenecen a unos círculos muy exclusivos y pequeños a los cuales muy pocas personas tienen acceso. Van a las mismas juntas directivas, sus hijos estudian en los más exclusivos colegios privados del mundo y sus vidas se entrelazan entre clubes sociales y elegantes fiestas. Ellos claramente no deciden cuánto y dónde tributar, la mayoría ni siquiera conoce los más mínimos detalles del asunto. Este conocimiento pedestre, árido, aburrido de la contabilidad y los impuestos no va bien en ninguna reunión social. Esta es la tarea de los administradores de riqueza.

Estos expertos que solo reciben clientes por referencia son los verdaderos responsables de la evasión de impuestos. Su secretismo y bajo perfil son esenciales para su labor. Estas sanguijuelas de la hacienda pública conocen e influyen en legislaciones a lo largo de todo el planeta que les permitan menoscabar cualquier intento legal de las administraciones tributarias para que los más ricos tributen lo que les corresponde.

La profesora danesa Brooke Harrington hizo la juiciosa tarea de infiltrarse en estas esferas para conocer cómo operan. Su libro Capital sin fronteras detalla el poder de esta rosca de asesores y contadores que le roban miles de millones de dólares a los países en desarrollo. Su tesis es que solo controlando y generando responsabilidades tributarias y penales a estos individuos la tributación podrá ser más justa. Los Mossack Fonseca de este mundo deberían ser el objetivo principal de la Dian.



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