Pelea de tigre con burro amarrado

La empresa pequeña está atrapada ante una política salarial insostenible, su baja capacidad productiva e impotencia competitiva. 

Un ejercicio empresarial basado en Big Data desde 2009 ha resultado muy revelador. En primer lugar, Bogotá representó en 2016 18% de la población, 26% del PIB y tuvo domiciliadas a 53,3% de las empresas que reportan a la Supersociedades. Por lo mismo, lo que se diga de Colombia en cuanto a su sector empresarial refleja lo ocurrido en Bogotá, y viceversa.

En segundo lugar, se sabe que el año pasado fue muy difícil, tanto que la economía creció a la cifra más baja desde 2009. Producto del adverso entorno, la cantidad de empresas –sin incluir las cooperativas, entidades financieras, las de salud y de educación– disminuyó 25% frente a 2015 y también es menor 13% frente a 2009. Esto ratifica que 2016 fue un peor año económico que 2009. Dado que desde 2016 el poco crecimiento es altamente explicado por establecimientos financieros, el sector real de la economía casi no crece. Aún así, en esta época de vacas flacas debería ayudar a aumentar la resiliencia de la economía el que a lo largo de los últimos nueve años las empresas grandes hayan aumentado casi 61% en número y las medianas un 24%.

Sin embargo, la catástrofe para las pequeñas es evidente con un desplome en la cantidad de empresas de 64%.

Seguramente el aumento de empresas medianas y grandes refleja alguna movilidad empresarial y explica algún porcentaje de menos empresas pequeñas, pero resulta evidente que la gran parte de la explicación obedece a factores especialmente negativos. En 2016 la cantidad de empresas pequeñas ascendió a 4.056, el registro más bajo desde 2005, cuando sumaron 8.375.

Vale la pena resaltar que la descripción empresarial realizada es un tanto más desastrosa para las empresas de la industria manufacturera e idéntica si se habla de las de comercio.

En tercer lugar, el impacto económico es angustiante. Mientras en 2009 las ventas de las empresas pequeñas aumentaron casi 30% y los ingresos empresariales de todo el país disminuyeron 0,4%, en 2016 las ventas disminuyeron 50% para las pequeñas mientras las de todo el país aumentaron. De esta forma la participación de empresas pequeñas en los ingresos empresariales ha pasado de 4,2% en 2009 a solo 0,7% en 2016. El impacto económico también resulta pegando duramente a las empresas medianas, pues ellas tenían casi 16% de los ingresos empresariales en 2009 y en 2016 no llegan a 7%.

Así las cosas, las empresas grandes que venían ganando terreno entre 2009 y 2014 hoy representan casi 94% de los ingresos empresariales del país. De estos, cerca de 62% esta domiciliado en Bogotá. ¿Qué puede explicar este fenómeno empresarial?

Tengo cierta tentación por señalar que esta creciente concentración en empresas grandes es producto de la preocupante y extensa cartelización de la economía, como viene denunciando la SuperIndustria y Comercio. Esa deberá ser una línea de investigación de dicha autoridad y de la academia misma.

Sin embargo, hay otros factores que creo son más importantes, se pueden cuantificar hoy y no caen en el terreno de las especulaciones. Factores que deberían ser materia de debate tanto de política pública como en los centros de pensamiento.

El primero radica en entender que en medio de la gran recesión de economías avanzadas el precio en dólares de un kilo de mercancías importadas bajó casi 33% entre 2010 - 2016 y que en el caso de bienes de consumo manufacturados bajaron casi 36%. El segundo es que, por lo mismo, solo las empresas que decidieron competir aumentando la productividad del capital han podido sembrar durante las vacas gordas y darles alguna pelea a los productos importados. Es así como el activo de las empresas grandes creció 5 veces más rápido que el de las empresas pequeñas de 2009 a 2014, y el activo de las empresas pequeñas pasó de ser casi 2% de los activos empresariales en 2014 a apenas 0,5% en 2016.

El último factor es que mientras el valor agregado de las manufacturas –sin refinación de petróleo– aumentó 19,2% entre 2009 y 2015, los sueldos y salarios aumentaron casi 40%. Por ello la productividad de los sueldos y salarios ha caído 14,6%.

En conclusión, las empresas pequeñas y medianas con poco fortalecimiento patrimonial y tímido aumento de la inversión productiva están gravemente atrapadas por un componente laboral que paga sueldos excesivos frente a lo que se produce, son víctimas de su baja tecnificación y están enfrentándose a una pelea de tigre con burro amarrado ante los bajísimos precios de los bienes importados. ¡De ahí que lo pequeño dejó de ser hermoso!.


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