Bajar los impuestos

Proponer menores ingresos con más egresos en un entorno de débil crecimiento, tendría el efecto de deteriorar, el desequilibrio fiscal.

Donald Trump ha anunciado que piensa presentar una ambiciosa reforma tributaria. Esta es una de las medidas promovidas durante su campaña y uno de los ejes de su política económica. La clave del proyecto es la rebaja de la tasa del impuesto a las sociedades del 35 al 15 por ciento. 

El presidente busca reactivar el ritmo de crecimiento y recuperar la competitividad de las inversiones. El discurso de nacionalismo económico se apoya en la evidencia de que muchas empresas estadounidenses han optado por mover sus sedes y operaciones a países con tributos más bajos. Trump sostiene que no se pueden seguir exportando empleo y recursos fiscales. Quiere que esas compañías que no están ni producen en EE. UU. regresen, y que más inversionistas consideren la posibilidad de establecerse en esa jurisdicción.

Desde un punto de vista macroeconómico, la utilización de las finanzas públicas para estimular el crecimiento del ingreso es uno de los principales mecanismos de la política económica. La teoría afirma que se puede obtener el mismo resultado aumentando el gasto público o reduciendo los impuestos. Sobre esto hay poca discusión. Es preferible optar por los recortes de ingresos fiscales en un entorno de crecimiento que permita evitar un deterioro del déficit. Pero el gran debate es sobre cuáles actividades y contribuyentes deben beneficiarse de los menores tributos. Por lo poco que se conoce, el enfoque de la propuesta estaría orientado a favorecer a los más adinerados, lo que genera duras críticas de la oposición demócrata y polarizaría aún más el ambiente político. 

En el seno del Partido Republicano muchos temen que la reforma de Trump agrave el déficit fiscal, situado en el 2016 en 3,2 por ciento del PIB (587.000 millones de dólares). La línea más conservadora lleva varios años argumentando que el desbalance de las cuentas públicas es el combustible del endeudamiento nacional, que ya es cercano a los 20 billones de dólares y representa 108 por ciento del PIB. Durante el periodo de Obama, la deuda explotó, pasando de 10,2 billones en el 2009 a 19 billones en el 2016, con un crecimiento del 80 por ciento. 

Los partidarios de la ortodoxia fiscal no están dispuestos a incrementar el déficit, como sucedió en el gobierno Reagan, cuando se implementó una política similar. Luego, Trump y su secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, no solo tendrán que enfrentar a sus opositores, sino que tendrá que vencer la resistencia de una fracción importante de su partido que no ve con buenos ojos la idea de la reforma.

Resucitar el discurso de la curva de Laffer y de los menores impuestos tiene un claro sentido político. Bajar los tributos debería venir acompañado de un plan de disminución del tamaño del Estado. Pero hasta el momento, Trump parece promover un aumento del presupuesto militar y un plan de inversión en infraestructura que implicarían aumentos considerables en el gasto. Proponer menores ingresos con más egresos en un entorno de débil crecimiento, tendría el efecto de deteriorar, en el corto plazo, el desequilibrio fiscal. Algo no cuadra en la ecuación. 

Coletilla: cuando las estadísticas lo muestran, los gremios lo confirman y hay consenso en todos los analistas de que la economía está estancada, el Dane publica que el desempleo baja. Tan raro…

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