El mundo evolucionó. La generación de los ‘millennials’ (menores de 25 años) tiene un comportamiento casi contrario a los bommers (más de 50 años) que dominaron el final del siglo XX. Este cambio de conducta nos ha puesto una serie de dilemas muy complejos sobre el proceder en el futuro de la población: la estabilidad laboral, y percepción de esfuerzo y escasez.
Los jóvenes colombianos nacieron en un momento positivo de la economía, y casi dan por hecho que tendrán ingreso y acceso al crédito, pensando que el dinero es un bien ilimitado y que solo toca cubrir su costo de oportunidad. Este raciocinio se une a la estructura de corto plazo del pensamiento del colombiano y se convierte en un problema socioeconómico más complejo que un simple debate sobre los nuevos valores de los jóvenes.
Un profesional recién graduado busca su primer empleo en una empresa, y en la entrevista, sin ningún temor, le dice a su potencial empleador que espera estar en más de 10 compañías en su vida profesional, además de suponer que, si entra a trabajar, su permanencia será de unos tres años; de lo contrario se sentirá estancado.
Esto era impensable hace 10 años, hoy es el común denominador, y no solo afecta el proceso de inversión en capital humano de la organización, sino el modelo de riesgo crediticio en su totalidad, porque el ciclo de vida del mercado se ve claramente modificado.
Esta generación quiere logros de corto plazo, reconocimiento rápido, veloz ascenso y rápida construcción de capital, lo cual es poco probable en un entorno empresarial de procesos y metas; por esto los jóvenes entran con grandes ímpetus en las empresas, y en poco tiempo están desmotivados y buscando nuevos horizontes.
Situación que se ha convertido en un gran problema para retener talento por parte de las organizaciones y causando una revisión completa del modelo de formación de talento, porque es una inversión que se pierde en el corto plazo y no es posible capturar su retorno.
Este fenómeno impacta directamente la toma de decisiones de largo plazo del mercado y las de estos jóvenes profesionales, que llegan a las entidades financieras a solicitar créditos de consumo e hipotecarios con muy buenas hojas de vida y referencias, pero con una dinámica de cambio de empleo que pone nerviosos a los analistas de crédito, que si bien observan la mejora profesional, también dimensionan el riesgo en estabilidad laboral.
Es fundamental debatir con profundidad el concepto de empleo ante los cambios que el mercado ha tenido en los últimos 50 años, pasando de un sistema de jornales diarios agrícolas a empleos a término indefinido, hasta por modelos de contratación variables por metas.
Situación que se profundiza con el comportamiento de las nuevas generaciones.
La ecuación parece simple: nuevos productos para una nueva generación. Pero el reto radica en definir los productos, segmentar bien y seguir cubriendo el mercado tradicional, sin que este subsidie al emergente. El desafío es grande y quizá la respuesta esté en los ‘millennials’, que hoy están en los bancos, porque ellos entienden lo que está pasando y puede que tengan muchas propuestas.