Economía circular: una asignatura pendiente en Colombia

El cambio climático es una realidad de la que desafortunadamente los seres humanos no podemos escapar a menos que se hagan los cambios necesarios para limitar el aumento de la temperatura global, mediante la reducción de gases de efecto invernadero, la transición energética, una transformación en los hábitos de consumo de la sociedad y un mejor aprovechamiento de los recursos.

Muchos de los recursos que el planeta Tierra tiene disponibles (metales y minerales, hidrocarburos, joyas, entre otros) son limitados y en algún momento se van a terminar; incluso el agua potable –que aunque es un recurso renovable– es limitada y su acceso está amenazado por el aumento de las temperaturas y la contaminación.

La COP26, el Acuerdo de París, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el Acuerdo de Escazú son hojas de ruta que sirven como guía para que los gobiernos del mundo, las compañías y las personas tomen acción y empiecen a implementar políticas que ayuden a limitar el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 ºC.

Los cambios que se requieren para lograr las metas climáticas no son sencillos, pero sí muy necesarios si se pretende cumplir con lo pactado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y otras instancias internacionales. Colombia ya actualizó sus compromisos climáticos ante la CMNUCC, pero –a pesar de que se trazaron metas en materia de reducción de emisiones de carbono, lucha contra la deforestación, mitigación de gases de efecto invernadero, entre otros– la economía circular aún parece ser una asignatura pendiente.

Residuos plácticos listo para reclicar en Singapur. Imagen: Nick Fewings (Unsplash)
¿Qué es eso de la economía circular y cómo está Colombia en el tema?

Según las Naciones Unidas, la economía circular es un enfoque que permite estimular el crecimiento económico y generar empleo sin comprometer al medio ambiente en comparación al modelo económico lineal, el cual se basa en tomar materias primas, fabricar objetos, utilizarlos pocas veces y deshecharlos. A diferencia de este modelo de tomar-hacer-deshechar, la economía circular busca reutilizar, reparar y reciclar muchos materiales y productos.

Mónica Villaquirán, profesora de la Escuela de Ingeniería de Materiales de la Universidad del Valle, explica que la economía circular es algo que ha venido evolucionando en el tiempo desde las décadas de 1970 y 1980, cuando se empezó a hablar sobre ecología, hasta los años 2000, cuando finalmente se empezó a plantear la economía circular. «Básicamente es un modelo de producción que da unos lineamientos para que seamos sostenibles en el tiempo. Actualmente es muy común que la producción sea lineal, es decir, extraemos unos recursos naturales, los transformamos, elaboramos unos materiales o unos productos y luego los desechamos en un basurero», explica la profesora.

Para la experta, muchos de los materiales que consideramos como basura son en realidad aprovechables y, tras un proceso de transformación, pueden llegar a convertirse en materias primas alternativas. Gracias al modelo de economía circular, ya no hay necesidad de extraer el 100 % de la materia prima del suelo para fabricar algo, sino que se puede reemplazar un porcentaje de hasta el 40 % con estas materias primas alternativas.

Gráfico de las Naciones Unidas que muestra cómo lograr la transición hacia la circularidad. 

El modelo de circularidad no solamente tiene impactos medioambientales, sino que también ofrece multiples beneficios económicos para el mundo. Se estima que tan solo en América Latina, la adopción de la economía circular podría generar un incremento de 4,8 millones de empleos, mientras que la transición a este modelo en Europa generaría 700.000 nuevos empleos y, además, hay un potencial de crear un beneficio económico neto de 1,8 billones de euros para 2030.

La ONU destaca que, aunque Europa y China son los líderes mundiales en la transición hacia la circularidad, recientemente América Latina y el Caribe han adaptado varias mediadas para la transición hacia este modelo. En Colombia, por ejemplo, mediante el Conpes 3934, conocido como ‘Política de Crecimiento Verde’, se trazaron una serie de políticas enfocadas en aumentar la productividad y competitividad económica del país, al tiempo que se promueve el uso sostenible de la riqueza natural.

A partir de la creación de esta política, formulada en 2018, se empezó a medir cómo va en país en la implementación de la economía circular. Desde agosto de 2020, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) viene realizando una serie de reportes sobre la circularidad en el país. El último reporte del Dane consolidó información estadística de 3 entidades en 35 indicadores y determinó que para 2019 la tasa de reciclaje y nueva reutilización en el país fue de apenas el 11,8 %.

De acuerdo con la profesora Villaquirán, cuando se revisan los datos del último informe se encuentra que Colombia en general no supera el 30 % en términos de economía circular. «Esto no es homogéneo para todo el país, pues en Cali, por ejemplo, las cifras son aún más bajas y apenas llegan al 15 %. Hay regiones que están más adelantadas que otras, pero si nos comparamos con el resto de la región, países como Argentina, Brasil, Chile o México están muy encima de nosotros, y ni hablar de Europa».
El peligro de no cumplir con las metas climáticas

Uno de los compromisos climáticos que asumió el presidente Iván Duque ante el CMNUCC es la reducción de las emisiones en un 51 % para 2030. La economía circular, además de los 17 ODS, es una gran herramienta para cumplir con este objetivo y con los otros expresados por el Gobierno nacional, pero su baja implementación en el país está dejando pasar muchas oportunidades que no solo sirven para avanzar en materia medioambiental, sino también económica.

La profesora de la Universidad del Valle explica que si seguimos con el mismo modelo económico lineal, extractivo y consumista en algún momento se van a terminar los recursos, por lo que la economía circular es, por ahora, una de las mejores opciones para ‘estirar’ al máximo posible lo que tenemos disponible.

Villaquirán también insiste en el peligro que representa el calentamiento global para la supervivencia de la especie humana y en la necesidad de cambiar nuestros los hábitos de consumo: «Si vemos las cifras de calentamiento global nos damos cuenta que lo que no se calentó la Tierra en los últimos 200.000 años, sí se calentó desde el desarrollo industrial de los últimos 200 años. Si es así, entonces no vamos a durar muchas generaciones».

Incendio forestal en Estreito da Calheta, Portugal. Imagen: Michael Held (Unsplash)

Diversos estudios científicos ya evidencian los efectos del cambio climático sobre los ecosistemas y las especies de animales y plantas del planetas, pero ¿qué podría pasarnos a nosotros?

De acuerdo con un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el cambio climático podría ocasionar un aumento del nivel del mar (lo que pone en riesgo a ciudades costeras), cambios en la distribución e intensificación de enfermedades transmitidas por el agua y por vectores (mosquitos, roedores, etc…), variaciones en la productividad agrícola y la capacidad nutricional de los alimentos, las ciudades pueden empezar a tener dificultades para abastecer y distribuir servicios básicos como el agua (véase el caso de Ciudad de México), entre otros.

Los riesgos no terminan ahí, pues –en el peor de los casos– muchas zonas del planeta podrían quedar inhabitables para los seres humanos por cuenta del aumento de la temperatura.
La economía circular hoy en día

Como dice la experta de Univalle, «los recursos no van a estar ahí para siempre», pero sí es posible utilizarlos varias veces hasta que vayan a su disposición final. Con la economía circular, los productos (más específicamente los materiales de los que están hechos) pueden tener un ciclo de vida prácticamente indefinido o por lo menos más largo que en el modelo de tomar-hacer-deshechar.

Con la economía circular, materiales como el plástico de las botellas de agua o bebidas azucaradas pueden ser utilizados por más tiempo antes de ir a parar a un basurero. Esto también aplica para otros materiales como los escombros, el cartón y hasta el bagazo de la caña de azúcar.

En la actualidad, muchos empresarios están optando por materias primas alternativas (materias primas hechas a partir de residuos) para sustituir un porcentaje del material necesario para elaborar un producto. Por ejemplo, para fabricar concreto se necesita de grava y de cierto tipo de arena de río, la cual es cada vez más escasa, entonces con el modelo de circularidad se puede sacar grava y arena de los escombros para limpiarla y volver a reutilizarla en el proceso de elaboración de concreto.

En los últimos 20 años se ha multiplicado por 3 la cantidad de arena que se consumimos para la construcción. Imagen: Markus Spiske (Unsplash)

«Se ha visto que a partir de la circularidad se ha generado empleo. A partir de esos supuestos residuos han salido emprendimientos que ahorita son microempresas y que ocupan un sector muy importante. Hay casos en los que utilizan materiales que se llaman comúnmente como residuos y los utilizan como materia prima alternativa para meterla nuevamente en el proceso. La ‘madera plástica’ es un ejemplo, porque utiliza muchos residuos plásticos para su elaboración», comenta Villaquirán.

En Colombia existen varias empresas que se dedican a producir materias primas alternativas. En Cali hay una empresa llamada Maecol que se dedica a fabricar materiales de construcción a partir de materias primas alternativas, lo que claramente es un uso comercial de la economía circular. La empresa utiliza un porcentaje de residuos de construcción (escombros) para fabricar acabados, estucos, entre otros. En Bogotá, la empresa Greco utiliza la economía circular para generar grava y arena a partir de residuos de demolición y construcción.

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