Hay un preocupante aumento de la desigualdad dentro de los países

Entrevista con Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial.


Las vacunas contra el covid-19 muestran lo que pueden lograr la cooperación internacional y las asociaciones público-privadas, dice Schwab.

Entrevista con Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial (WEF, por su sigla en inglés) y quien invita a retomar y reinventar el ‘capitalismo de las partes interesadas’ por el bien de la sociedad, las personas y el planeta.

En 2018, usted destacó la importancia del diálogo de buena fe o ‘la capacidad de ver el mundo a través de los ojos de otras personas, especialmente aquellas con las que no estamos de acuerdo’. Tres años después, partidarios del presidente Donald Trump asaltaron el Capitolio de EE. UU. para interrumpir la certificación de una elección que creían, sin evidencia, estaba amañada.

¿Qué puede lograr el diálogo de buena fe en tales circunstancias? ¿Están las asambleas ciudadanas, que usted defendió en 2019, a la altura de la tarea, o hay que pensar en otros mecanismos?

El diálogo de buena fe solo puede ocurrir dentro de ciertos límites normativos. En una democracia, esos límites incluyen el respeto por la Constitución, los líderes electos, la aplicación de la ley y la integridad física y seguridad de todas las personas. Pero creo que las asambleas de ciudadanos pueden contribuir a superar algunas de las profundas divisiones que se observan en muchos países. Así como la inclusión de un ‘jurado de pares’ puede ayudar a mitigar el riesgo de una justicia politizada, las asambleas de ciudadanos pueden imbuir los debates públicos sobre temas controversiales o polémicos de un sentido de equidad, actuando así como un freno al escepticismo y cinismo, que hoy son tan frecuentes.

Después de todo, una asamblea de ciudadanos debería, por definición, incluir representantes de todos los segmentos de la sociedad. Además, deben incluir una fase de ‘aprendizaje’, durante la cual los participantes adquieren una comprensión más profunda del tema en cuestión antes de que comience la discusión. No obstante, la mejor manera de salvar las divisiones sociales y políticas es garantizar que todos los miembros de una sociedad tengan la oportunidad de progresar y prosperar.

Si un sistema continúa brindando esa oportunidad solo para algunos, será difícil aliviar el descontento, sin importar cuán sólidas sean nuestras herramientas para el diálogo. Por eso abogo por el ‘capitalismo de las partes interesadas’, un sistema económico que concede la máxima prioridad al progreso a largo plazo de la sociedad en su conjunto.

En su nuevo libro, con Peter Vanham, El capitalismo de las partes interesadas: una economía global que funcione para el progreso, la gente y el planeta, ustedes avanzan una visión integral del modelo, aplicando lecciones de las mejores prácticas en lugares tan diversos como China y Dinamarca, o Etiopía y Nueva Zelanda.

¿Qué políticas le parecieron particularmente convincentes?
A nivel de gobernanza, llama mi atención el marco de estándares de calidad de vida de Nueva Zelanda, que representa la perspectiva del Estado sobre lo que realmente importa para el bienestar de los neozelandeses, ahora y en el futuro. En el centro de este marco, que ayudó a dar forma al ‘presupuesto del bienestar’, presentado por primera vez por el gobierno de la primera ministra Jacinda Ardern en 2019, se encuentra la convicción de que el PIB es una medida inadecuada del bienestar. Para medir el bienestar de una sociedad a lo largo del tiempo, incluso entre generaciones, necesitamos un conjunto más amplio de indicadores.

Este marco de normas de calidad de vida también aplica una definición amplia del capital: no solo es el capital financiero, es decir, dinero, sino también capital humano, social y natural. Con esta comprensión multicapa del capital, el valor de la inversión en áreas como la educación, la formación profesional y el medio ambiente se vuelve imposible de ignorar. Este es solo uno de los modelos inspiradores y sensatos que discutimos en nuestro libro.

La mejor manera de salvar las divisiones sociales y políticas es garantizar que todos los miembros de una sociedad tengan la oportunidad de progresar y prosperar

En el 2019 escribió que, para enarbolar y defender los principios del ‘capitalismo de las partes interesadas’, las empresas necesitarán nuevas métricas. Y el año pasado, el Consejo Empresarial del Foro Económico Mundial las dio a conocer.

¿Cree que la reciente agitación del mercado de valores, que parece haber roto cualquier vínculo significativo entre los precios de las acciones y los fundamentos, estimulará a las corporaciones a mirar más allá del mercado de valores? Y en términos más generales, ¿qué lecciones deja el episodio de GameStop?

Existe un consenso cada vez mayor entre ejecutivos e inversionistas de que las empresas deben centrarse más en la creación de valor a largo plazo y menos en la maximización de beneficios a corto plazo. Por ejemplo, en su carta anual a los directores ejecutivos, Larry Fink, de Blackrock, ha destacado cada vez más la importancia fundamental de la sostenibilidad en las decisiones de inversión. Además, en 2019, la Mesa Redonda de Negocios de EE. UU. adoptó el ‘capitalismo de las partes interesadas’. Y en enero, 61 empresas (Ecopetrol entre ellas) se comprometieron a implementar las ‘Métricas del capitalismo de partes interesadas’ del WEF que usted menciona. Estos incluyen la medición y divulgación de datos sobre una amplia gama de objetivos ambientales, sociales y de gobierno corporativo, en lugar de solo ganancias.

Este tipo de cambios son mucho más representativos que los giros a corto plazo del mercado de valores. Ahora, el episodio de GameStop, es más una cuestión de regulación. Y en cualquier sistema capitalista asegurar que los mercados financieros estén bien regulados es una cuestión de vital importancia, entre otras, para la credibilidad del sistema. Porque si demasiadas personas pierden la fe en la equidad del sistema, o dudan de si realmente está regulado, este corre el riesgo de volverse disfuncional.

A fines del 2020 escribió que el fin de la pandemia de covid-19, que las vacunas prometen acelerar, puede ser uno de los pilares sobre los cuales construir una nueva ‘filosofía de gobierno’ y reformar las instituciones. Sin embargo, el nacionalismo de las vacunas y las reglas de propiedad intelectual (a las que EE. UU. y otros se niegan a renunciar) plantean serias dudas...
Primero, quiero reconocer el triunfo que ha sido el desarrollo de las vacunas contra el covid-19. Nunca antes en la historia de la humanidad se habían concebido, desarrollado, probado, aprobado, distribuido y administrado vacunas para un nuevo patógeno a una escala tan grande en tan poco tiempo. Y la cooperación internacional, junto con las asociaciones público-privadas, fue clave para lograrlo.

La vacuna Pfizer-BioNTech fue desarrollada por una empresa alemana y otra estadounidense, con contribuciones de científicos de decenas de países. La vacuna Oxford-AstraZeneca surgió de la cooperación entre una institución académica y una empresa farmacéutica sueco-británica. Y desarrollar las vacunas en sí es solo el primer paso: empresas de logística de todo el mundo se comprometieron a distribuir las vacunas, así como equipos de protección personal, a países de todo el mundo. Esto también es un signo de solidaridad mundial.

Dicho esto, también me preocupan el aumento del nacionalismo de las vacunas y los movimientos de algunas economías para frenar las exportaciones. Estos enfoques no solo perturban el funcionamiento de la economía y el comercio mundiales, también se corre el riesgo de alimentar resentimientos que podrían durar mucho más que la emergencia de salud pública. Y, en última instancia, ni siquiera sirven a los intereses de quienes las adoptan, porque cuanto más tarde el mundo en alcanzar el nivel de cobertura necesario, mayores son las posibilidades de que se desarrollen nuevas cepas más allá del alcance de las vacunas existentes.

Hasta que todos estén vacunados, nadie estará a salvo. Por lo tanto, es de interés de todos continuar la cooperación mundial en vacunas, del mismo modo que es de interés de todos colaborar en la lucha contra el cambio climático. Cuanto más tiempo los países se nieguen a reconocer esto, más personas sufrirán.

... me preocupan el aumento del nacionalismo de las vacunas y los movimientos de algunas economías para frenar las exportaciones

En la Agenda de Davos, un evento virtual organizado por el Foro Económico Mundial, el presidente chino, Xi Jinping, pronunció el discurso de apertura. ¿Qué fue lo que más le llamó la atención de sus comentarios?

El discurso de Xi se produjo en un momento histórico para la economía mundial. Por primera vez en 200 años, Asia es la región dominante de la economía mundial, y representará más de la mitad del PIB mundial en 2021. Como la economía más grande de Asia, y pronto del mundo, China ha desempeñado un papel decisivo en este desarrollo. Ante esto, aprecié particularmente el llamado de Xi a una cooperación global continua en áreas como el desarrollo económico, el comercio y especialmente el cambio climático. Como el mayor emisor de CO2 del mundo, los compromisos de China con los acuerdos internacionales sobre comercio y clima son cruciales para lograr resultados.

Según un informe de Oxfam publicado el primer día de la Agenda de Davos, las 1.000 personas más ricas del mundo recuperaron sus pérdidas pandémicas en solo nueve meses; pero los más pobres del mundo podrían tardar más de una década en recuperarse. En este contexto, muchos oradores del evento reconocieron la necesidad de redoblar los esfuerzos para crear un sistema económico más equitativo. Pero sigue habiendo mucho escepticismo sobre la voluntad de los líderes de implementar soluciones adecuadas a la escala del problema. ¿Qué propuestas concretas surgieron de los debates de este año?
Las desigualdades en ingresos y riqueza son dos de las realidades más problemáticas de nuestro tiempo. Aunque las noticias no son del todo malas. A nivel mundial, la desigualdad de ingresos ha disminuido en las últimas décadas, en gran parte gracias al progreso económico en países como China e India. Como planteamos en El capitalismo de las partes interesadas, este es uno de los resultados positivos del comercio y la inversión global, y no deberíamos perder esto de vista.

Al permitir que más países y regiones participen plenamente en la economía global, hemos reducido la desigualdad. Pero esto no compensa el fuerte y preocupante aumento de la desigualdad dentro de los países, incluidos Estados Unidos y gran parte de Europa, así como China e India. Para las empresas, la forma más directa de abordar este problema es aumentar los salarios mínimos si no son adecuados y extender sus compromisos de ‘comercio justo’ a lo largo de la cadena de suministro. Algunos ya lo están haciendo. Por ejemplo, PayPal aumentó el salario de sus trabajadores este año ‘aunque el mercado no lo requería’.

Otro paso que las empresas pueden tomar es pensar más detenidamente en cómo se compara la compensación total anual del director ejecutivo con el salario medio de la empresa: una de las ‘Métricas del capitalismo de partes interesadas’ del WEF. Pero, en última instancia, la desigualdad a nivel macro es una cuestión que los gobiernos deben abordar. Ellos son los que tienen las herramientas para limitar o gravar los ingresos y la riqueza, y para redistribuirlos hacia la mitad y la base de la pirámide.

Las desigualdades en ingresos y riqueza son dos de las realidades más problemáticas de nuestro tiempo

Ha estado escribiendo sobre el ‘capitalismo de las partes interesadas’ desde 1971. ¿Qué lo atrajo al tema y cómo ha evolucionado su enfoque?
Soy un hijo de la Alemania y la Europa de la posguerra; de hecho, comencé la escuela primaria en septiembre de 1945. En ese momento, el sentimiento expresado por el eslogan Nie Wieder Krieg (‘Nunca más la guerra’) era ampliamente compartido, al igual que el entendimiento de que, para reconstruir nuestros ingresos, empresas, comunidades y sociedades, todos tenían que contribuir. Éramos partes interesadas en un futuro compartido.

La economía social de mercado que se construyó en Alemania bajo Ludwig Erhard en la década de 1950 encarnaba esta idea. Personalmente, también aprendí mucho sobre esto de mis padres. Mi padre dirigía una fábrica y una empresa de ingeniería en las décadas de 1950 y 1970, y me mostró cómo cada individuo, desde los trabajadores del taller hasta la alta dirección, realizaba contribuciones cruciales. Estas experiencias me inspiraron en mi carrera académica y empresarial a explorar más profundamente la noción de empresa como unidad social. Esa exploración resultó en mi libro de 1971 Modern Enterprise Management in Mechanical Engineering, en el que discutí el concepto de las ‘partes interesadas’, y el Manifiesto de Davos de 1973, que estipula las responsabilidades que tienen las empresas hacia sus partes interesadas.

En los últimos 50 años, sin embargo, la idea de que ‘el negocio de los negocios es el negocio’ se extendió por todo el mundo, fomentando la búsqueda de mercados libres sin restricciones y provocando que otras ‘partes interesadas’, como el gobierno, las instituciones públicas y los sindicatos, perdieran gradualmente poder. Muchos de nuestros problemas más urgentes en la actualidad, incluidas la desigualdad de ingresos y una concentración y el poder excesivos del mercado, surgieron de este enfoque. Ahora las campanas de alarma están sonando. El cambio climático, las crisis sociales y económicas y la pandemia destacan la necesidad de adoptar nuevamente la noción de ‘capitalismo de partes interesadas’ y reinventarlo para el siglo XXI.

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