Los grandes impactos del bajo crecimiento de la economía colombiana

Junta Directiva del Banco de la República: De izquierda a derecha, en la primera fila, sentados, Ana Fernanda Mai-guashca, Mauricio Cárdenas y José Darío Uribe; en la segunda fila, de pie, César Vallejo, Carlos Gustavo Cano, Juan Pablo Zárate y Adolfo Meisel.

El crecimiento del PIB en el segundo trimestre se desaceleró más de lo previsto, lo cual plantea dilemas difíciles para la política económica.

Los datos del desempeño del PIB de Colombia en el segundo trimestre del año, que arrojaron un crecimiento de 2% anual, sorprendieron a los analistas, cuyo promedio esperaba una tasa de 2,2% anual. La sorpresa es preocupante porque constituye el menor crecimiento anual desde 2009, en un entorno internacional que no estimula la actividad económica y con mayores riesgos de origen doméstico, que podrían incluso contribuir a frenarla. También sugiere que la brecha del producto se profundizó, que la economía se está quedando sin fuentes de crecimiento y que su capacidad de expansión en el largo plazo no mejora.
Por el lado de la oferta, los datos muestran que la desaceleración se debió sobre todo al decrecimiento de la actividad minera y de hidrocarburos (-7,1% anual), que completó un año en recesión, por la caída en la extracción de petróleo. Al mismo tiempo, como efecto del Fenómeno del Niño, el sector agropecuario permaneció estancado (-0,1% anual), por el descenso en la producción agrícola diferente del café; mientras el de electricidad, gas y agua cayó de manera leve (-0,8% anual), por la menor generación de energía y una distribución de agua más baja. El sector de transporte y comunicaciones también se paralizó por la prolongada recesión en las telecomunicaciones, subsector que ha decrecido desde el comienzo del año pasado.
Los sectores que sostuvieron la actividad económica fueron, en primer lugar, el financiero, cuya expansión (4,6% anual) se debió a una dinámica actividad de intermediación (a 10% anual). En segundo lugar, el industrial, donde el crecimiento (6% anual) fue impulsado sobre todo por la refinación de petróleo (28,8% anual), que continúa reflejando la entrada en operación de Reficar; pero además por la mayor producción de bebidas, de productos metalúrgicos, de molinería y de muebles, favorecidos por el encarecimiento de las importaciones, debido a la depreciación de la tasa de cambio. Por último, el de los servicios, gracias a la expansión de los sociales y de salud, de los deportivos y culturales y de los domésticos.
El resultado del sector industrial, que al excluir la refinación de petróleo creció 3,1% anual, con una expansión de 17 de los 23 subsectores restantes, es alentador porque sugiere que en algunos ha ocurrido una sustitución de importaciones. Sin embargo, la debilidad de la demanda tanto interna como externa es un riesgo para que esta tendencia se pueda sostener en el mediano plazo.
La desaceleración de la construcción y del comercio es alarmante porque fueron dos propulsores primordiales del crecimiento desde 2012. En el caso de la construcción, la menor dinámica se debe tanto al estancamiento de las obras civiles como a la ralentización de las edificaciones. En este caso, el temor es motivado porque este sector luce como uno de los pocos que podría tener un efecto contracíclico. Además, indica un deterioro ulterior de la inversión, que había decrecido de manera notable en el trimestre anterior.
El repunte de las obras civiles depende en buena parte de una ejecución más expedita de los planes de obras públicas de los gobiernos regionales y locales, así como del buen suceso de la construcción de la infraestructura vial bajo el sistema de concesión de los contratos de cuarta generación (4G). Sin embargo, el alza de las tasas de interés ha encarecido el crédito, lo cual dificulta el cierre financiero de los proyectos y mina su rentabilidad.
El temor que sugiere la desaceleración del sector del comercio, originada tanto en la actividad comercial como en la de los hoteles y los restaurantes, es que refleja un debilitamiento de la demanda de los consumidores. Esta ha sido afectada de manera adversa por el menor ingreso real neto de los hogares, disminuido por la elevada inflación y el incremento de la carga financiera, a medida que aumentan el endeudamiento y las tasas de interés. Además, su expansión podría resultar frenada en el futuro si la generación de empleo se hace más lenta, se incrementa el desempleo, se sigue debilitando la confianza de los consumidores y se desvalorizan sus activos. Estos podrían disminuir como consecuencia de una mayor volatilidad en los mercados financieros, si el incremento de las tasas de interés en los Estados Unidos se acelera y el resultado del plebiscito es muy apretado o, en el peor de los casos, negativo.
La debilidad del crecimiento plantea un dilema tanto para la política fiscal como para la monetaria. El Banco de la República no la tiene fácil, porque la inflación (9% anual) más que duplica el límite superior del rango meta (entre 2% - 4%), las expectativas se desalinean en la medida en que aumentan las presiones inflacionarias y la tendencia al alza de la inflación básica sugiere que la economía todavía tiene un exceso de demanda, confirmado por el amplio déficit en la cuenta corriente.
La elección para el Ministerio de Hacienda también es difícil. Para mantener el grado de inversión debe lograr la aprobación de una reforma tributaria, con el fin de reemplazar los ingresos perdidos por la disminución de la renta petrolera y la extinción del GMF y el CREE, a partir de 2017. Si no lo consigue, no podrá encauzar el déficit hacia la senda decreciente ordenada por la regla fiscal, ni asegurar una trayectoria descendente para la deuda pública que salvaguarde la solvencia del Estado. Sin embargo, si la reforma aumenta la tasa del IVA y la de renta para las personas, se corre el riesgo de disminuir su renta disponible y de desacelerar su demanda por bienes de consumo, con lo cual contribuiría a la desaceleración del crecimiento. Tampoco podría aumentar la tributación de las empresas, porque desestimularía la inversión, con lo cual de nuevo amenazaría la demanda y la mejora de la capacidad de crecimiento de la economía en el mediano plazo.
La debilidad de la actividad económica en el corto plazo y la mejora de la capacidad de crecimiento de la economía en el mediano precisan, por tanto, de una mezcla cuidadosa de la política económica. Esta no debe frenar la demanda en los próximos trimestres y tiene que contribuir a mejorar la competitividad de la economía, facilitando la inversión y el logro del cierre financiero de las obras de infraestructura vial del 4G.

http://www.dinero.com/edicion-impresa/pais/articulo/el-crecimiento-economico-de-colombia-en-el-primer-semestre-de-2016/231433?utm_source=newsletter&utm_medium=mail&utm_content=dinero&utm_campaign=2016_09_01

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