El costo de la imprudencia en mensajes de las organizaciones

Las redes sociales tienen un impacto inmediato y extenso.

Hace pocos días fuimos testigos de cómo un montaje publicado en Twitter por Nicolette Van Dam, holandesa y embajadora de buena voluntad de Unicef, produjo la renuncia a su cargo. La publicación muestra a Falcao García y a James Rodríguez, jugadores de la selección de fútbol colombiana, aspirando cocaína.
Unicef reprobó públicamente esta acción (esto causaría las disculpas y renuncia de la funcionaria), y también la opinión pública levantó su voz de reclamo frente a esta representación gráfica. Pero, ¿qué podemos aprender de este suceso para las organizaciones y en general para nuestra vida laboral? Pienso que varias cosas.
Esta fue una acción comunicativa desafortunada: tenemos a la embajadora, con su cuenta de Twitter, con más de 250.000 seguidores; ella sabe que tanto Falcao García como Rodríguez son jugadores de la Selección Colombia y, aun así, envía un trino con el montaje mencionado y la leyenda: Colombiaans muurtje en castellano ‘El Parapeto Colombiano’. Sin entrar a juzgar las intenciones de Van Dam, podríamos creer que le pareció divertida la imagen y la quiso compartir con sus seguidores.
Nicolette Van Dam, además de ser actriz, era embajadora de Unicef, institución mundial que trabaja con niños y que tiene un prestigio e imagen que ella, como funcionaría, debía fortalecer y difundir. Aquí tenemos un primer asunto a tener en cuenta: cuando trabajamos en una organización, somos parte de la misma. De alguna manera lo que hacemos y decimos tiene el peso de que lo dice una persona que trabaja en esa organización.
Si un mecánico de una aerolínea bromea acerca de los olvidos en su trabajo, uno empieza a reconsiderar volar por medio de esa aerolínea pues lo que ha dicho pone en duda la competencia y seguridad de esos aparatos.
De igual manera, si un VP de Talento Humano hace un comentario o broma racista o sexista en su cuenta de Twitter, uno se cuestiona acerca del tipo de política de desarrollo de talento humano que esa persona impulsa o aplica en esa organización. No podemos olvidar que somos parte de una organización y que nuestras acciones, no son anodinas, comunican siempre y por eso debemos intentar gestionar la comunicación prudentemente: recordar quiénes somos en nuestra organización, para los colaboradores, para los superiores, para la comunidad, para los clientes, proveedores, para todos.
En cuanto al montaje, está construido sobre un imaginario que la holandesa parece tener de las personas en Colombia, una generalización excesiva que aplica a unas personas concretas. En este caso la acción es negativa: consumo de cocaína. Las personas que aparecen son inocentes de lo que la imagen refleja.Sin embargo ella lo envía.
Técnicamente con este trino Van Dam calumnia a Falcao García y a Rodríguez: les atribuye falsamente un delito o por lo menos una acción deshonrosa. Puede argumentar que no quería ofender a nadie, como declaró a una cadena de televisión holandesa, pero que no quisiera ofender, no significa que no lo haya hecho, es decir, ofendió, por lo menos, a miles de colombianos que a través de las mismas redes sociales y de comunicados oficiales a las Embajadas de los Países Bajos y a Unicef, así lo hicieron saber.
Y aquí tenemos otro aprendizaje: no podemos ser ligeros en los comentarios que realizamos de las demás personas. Tanto la calumnia, como la difamación: desacreditación de las personas de palabra o acto, son demasiado frecuentes en las organizaciones.
Y tienen un doble efecto negativo. De un lado, perpetúan juicios equivocados respecto de las personas, creando ambientes de desconfianza que anulan la creatividad y aminoran el compromiso. Por otra parte, dañan a las personas: a las que difaman y calumnian porque disminuyen su credibilidad y socavan su autoridad y a las víctimas de la calumnia o difamación porque su imagen, dignidad y honor se ven afectados.
Un tercer aprendizaje está relacionado con el medio por el que esta imagen fue difundida. Van Dam podía pensar que su trino sería para sus seguidores a quienes de alguna manera les interesa lo que ella difunde. Pero esos seguidores tienen otros seguidores, quienes, a su vez, otros más. De ahí que el alcance de ese trino se multiplica exponencialmente.
No podemos olvidar en nuestras organizaciones que las redes sociales y, en general, los medios electrónicos son de uso delicado. Por ser tan fáciles de emplear, a veces no nos tomamos el tiempo de revisar qué estamos escribiendo, a quién se lo estamos enviando y las audiencias a las que eso puede llegar. Nos pasa usando el correo electrónico, mensajes de texto, redes sociales, etc. La accesibilidad de estos medios exige un uso más prudente y delicado.
Es más válida que nunca la frase de Pilatos: “lo escrito, escrito está”. Y tiene consecuencias. Van Dam comentó después del incidente, que le había costado mucho renunciar como embajadora de Unicef, cargo que era importante para ella, pero al final su error fue irremediable. Que no ocurra lo mismo en nuestras organizaciones.

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