En la última reforma tributaria se dejó claro que ésta era un adelanto de lo que se necesitaba realmente y que, por lo tanto, el próximo Gobierno debería iniciar “un ajuste fiscal ordenado y gradual, hasta alcanzar superávits primarios suficientes para reducir la deuda neta a 61% del PIB”. ¿Cuánto sería ese ajuste de más necesario? Hagamos cuentas. En junio cuando se publicó el Marco Fiscal de Mediano Plazo (Mfmp), se indicaron ajustes repetitivos de 0,6 puntos del PIB entre 2023 hasta 2026, asumiendo que pasaba la reforma, lo cual efectivamente se dio.
¿Qué ha pasado desde entonces? Muchas cosas. Primero perdimos el grado de inversión por parte de Fitch en julio (lo mismo nos había pasado con Standard & Poors en mayo). Segundo, la economía comenzó a crecer más de lo esperado y ahora el consenso para 2021 se acerca a 8%, dos puntos por encima del MFMP. Tercero, las remesas del exterior rompieron todos los récords históricos, alcanzando en el segundo trimestre la cifra de US$ 2.167, 61% mayor al registro en ese periodo de 2020. Por último, el precio del petróleo (Referencia Brent) se ha disparado y ahora se cotiza por encima de US$80 por barril, también por arriba de los supuestos del Mfmp.
¿Qué quieren decir todas estas cifras? Simple…las cuentas para el próximo cuatrienio no pintan tan duras como hace meses, salvo el nubarrón de la posibilidad de un gobierno populista y hostil a la economía de mercado. Empecemos por el déficit de cuenta corriente que se puede definir en que nuestras transacciones internacionales con el mundo generan un gasto mayor que lo que ingresa por las mismas. Obviamente, mejorará sustancialmente, así las exportaciones tradicionales se mantengan en lo proyectado, dado las mayores entradas de divisas, producto, por un lado, de las remesas disparadas; y por otro lado, por el mayor precio del petróleo.
Esto último también incidirá en un menor déficit fiscal, ya que le puede sumar cerca de $8 billones adicionales al Fisco, que tendría también un impulso producto del aumento de dos puntos porcentuales adicionales a lo esperado en el PIB de este año. Y en lo que se refiere a acceso a los mercados de deuda, Colombia no ha tenido ninguna dificultad en accederlos, así estemos pagando una prima de riesgo 130 puntos básicos por encima de los niveles prepandemia, lo cual está lejos de ser un descalabro considerando lo que hemos enfrentado desde entonces. Al final de este año, nuestro nivel de deuda del Gobierno Central se proyecta en 66% del PIB, en línea con la Regla Fiscal.
El problema es de ahí en adelante porque esta misma Regla Fiscal exige unos ajustes anuales para poder llegar a 2032 con un nivel de deuda de 58,6% del PIB. Mi pregunta sería: ¿Qué tan realista, o mejor, que tan deseable es esa meta? Pregunto, es porque en la postpandemia se da por sentado que el mundo tendrá que acostumbrarse a mayores niveles de deuda. Croacia e India exhiben niveles por encima de 85% y mantienen grado de inversión, sin tener nuestra historia de disciplina fiscal y responsabilidad macroeconómica.
Ahora bien, no estoy proponiendo aumentar el gasto de ninguna manera, o siquiera acercarnos a nuestro techo de deuda estimado en 70% del PIB. ¿Pero no será que nos ahorramos otra reforma tributaria el próximo año, en plena reactivación, y los próximos gobiernos reacomodan con austeridad el gasto y sus nuevas prioridades, llegando a 2032 con un nivel de deuda pública de 65%? Dudo que esto cause traumatismos. Eso sí, tendríamos que revisar nuestra Regla Fiscal, como lo han hecho muchos otros países que la tienen.