Muy grave lo que pasó con la medición de la competitividad, encontrado por expertos, y que le puso final al informe Doing Business del Banco Mundial, una pérdida de credibilidad
Peter Drucker es uno de los gurús del empresarismo mundial más citado en clases universitarias y conferencias internacionales, y es uno de los profesores más citados por sus colegas y recomendados para los estudiantes desde hace tres décadas. Uno de sus aportes más célebres es “lo que no se mide, no se controla, y lo que no se controla, no se puede mejorar”.
Decía el “filósofo del empresarismo” que delegar era el principio de la efectividad en la alta gerencia; que la productividad debería ser un fin en si mismo de toda actividad fabril; que la calidad de la administración de personal es la que hace trascender las empresas y, finalmente, que todas las factorías y corporaciones deberían regirse por el mantra de educar, entrenar y ejecutar.
De sus postulados empresariales se desarrolló en 2002 el informe Doing Business, auspiciado por el Banco Mundial, que buscaba medir en cinco grupos de indicadores 133 economías. Era un negocio próspero ideado para competirle al informe IMD posesionado por la Universidad de Lausana, en Suiza, que comparaba economías para determinar su nivel de competitividad.
El otro, para completar tres, era el del Foro de Davos, que publica temas similares. Desde hace dos décadas, muchas políticas públicas han sido elaboradas y sincronizadas con base en esos rankings. Dicho sea de paso, en todos los resultados a Colombia no le va muy bien en términos de competitividad global y siempre se ubica a media tabla y de cuarto o quinto en la región. Estos informes han estado de capa caída por la fuerza tomada por la Organización para la Cooperación y Desarrollo (Ocde), que compara países en todos los sectores económicos y les aconseja qué caminos deben tomar, fieles a su identidad de “club de las buenas prácticas”.
Pero la estocada a las comparaciones de países la dio esta semana el Banco Mundial al descontinuar la publicación de su ranking Doing Business, luego de revisar irregularidades en los datos en los informes de 2018 y 2020. En un comunicado, el Banco informó que se plantearon cuestiones éticas que involucran al personal y a los funcionarios de la junta del organismo, poniendo en entredicho la evaluación del clima empresarial y de inversión de los países elaborado desde hace dos décadas.
Se denunciaron cambios en los resultados del ranking por “presión” de países como China, que siempre registraba una evolución sorprendente, pero que a la postre era irreal. Dice el reporte de los abogados investigadores que: “los cambios en los datos de China en Doing Business 2018 parecen ser el producto de dos tipos distintos de presión aplicada por el liderazgo bancario en el equipo de informe”.
También se denunciaron datos falsos de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. El economista jefe del Banco Mundial, Paul Romer, le dijo al Wall Street Journal en su momento que por intereses políticos se había alterado el ranking de competitividad para afectar a Chile, una vieja práctica que no solo amañaba cifras y tendencias, sino que desestabilizaba la política interna de los países.
La reflexión, luego de conocerse esta situación, es que un país como Colombia no puede tragarse enteros estos informes son pinta de técnicos y científicos, ni mucho menos sincronizar sus políticas pública con base en estos resultados, pues el daño puede ser enorme si se parte de amaños interesados.