Lo mejor que puede hacer hoy quien quiera cambiar el mundo es fundar una empresa

Sentado en su casa de Nob Hill, en San Francisco, el aracnofóbico Tim Suzman observa cómo una araña virtual camina por una mesa virtual. Si logra mantener la calma, se quedará mirando ejemplares cada vez más grandes hasta que, eventualmente, pueda soportar que un arácnido computarizado le camine por la mano. Usando el equipo de realidad virtual Oculus, Suzman puede ver la habitación –y las arañas– en 360 grados.

Al principio, sentía la misma ansiedad ante las virtuales que ante las reales pero, luego de unas semanas de práctica, ahora puede tranquilizarse mientras una de tamaño mediano teje una tela en la pared. “Ahora, cuando veo una araña en la vida real, mi reacción ya no es de pánico, sino que recuerdo que ya estuve antes en esa situación y no fue tan mala, porque mi cerebro piensa en lo que ocurrió en la realidad virtual”, explica.
Alguien como Suzman podría dedicarse a curar fobias en Facebook, compañía que a principios de este año compró Oculus por u$s 2 mil millones. Se trata de la mayor apuesta de la empresa al desarrollo a largo plazo de Internet... y al suyo propio. Porque Facebook no será la que hoy conocemos. En realidad, la visión a futuro se orienta hacia la consolidación de un sitio realmente abarcador a través del cual las personas realizarán cada vez más sus actividades cotidianas. 
Suzman renunció hace dos meses a su trabajo para fundar una empresa llamada Fearless, con la que espera lograr que los usuarios de Facebook usen la realidad virtual para visitar a sus terapeutas en el sitio. Imagina el día en que entrar en el espacio virtual será algo tan común como escoger un modelo de smartphone, y acaso más útil. “La forma más directa sería crear una sala virtual en la que dos personas pudieran hablar como si estuvieran físicamente ahí. Un terapeuta podría ofrecer el mismo servicio en cualquier lugar del mundo”. 
La realidad virtual es apenas la faceta más futurista del plan de Facebook de transformarse en algo mucho más grande que un lugar donde subir fotos de lo que comemos o ver videos de mascotas. Emprendedores como Suzman se sienten atraídos por su vasta audiencia porque Facebook es, sencillamente, el lugar donde está la gente. El sitio se encamina a albergar a más habitantes que cualquier país del mundo, con 1.300 millones de usuarios que casi equivalen a la población de China, el Estado más poblado del planeta. 
Ese hito es vital para el hombre que alguna vez dijo que el poder, en su generación, se movía “de los países a las compañías”. En esa declaración daba a entender que dirigir una empresa como Facebook podía colocarlo al mismo nivel que los líderes mundiales. Mark Zuckerberg, el fundador y presidente ejecutivo de la red social, era multimillonario apenas pasados los 20 años. 
Ahora que es treintañero, se dedica a construir un nuevo país: Facebook. “Lo mejor que puede hacer hoy quien quiera cambiar el mundo es fundar una empresa. Es el mejor modelo para lograr que las cosas se hagan e internacionalizar tu visión”, declaró Zuckerberg a Kate Losse, exempleada de Facebook que se convirtió en su redactora de discursos y lo citó en el libro The boy kings: A journey into the heart of the social network. 
Hacer terapia en Facebook es apenas el comienzo. La empresa alista el sitio para prestar servicios que alguna vez fueron atribución exclusiva del Estado-nación, desde la salud pública hasta la educación. Esas funciones podrían incorporarse a la prestación principal o ser aplicaciones separadas. Así como hoy los ‘ciudadanos’ de Facebook recorren el muro y los perfiles de sus amigos y dejan un ‘Me gusta’ con sólo hacer clic, en el futuro también podrían visitar al médico, seguir cursos universitarios o mandar dólares a parientes en lugares lejanos mediante un mensajito en la red social. En los primeros días de Facebook, había un cartel en el cuartel central que decía: “Sólo conseguimos el 1 por ciento”. Ahora, una versión actualizada podría rezar: “Sólo conseguimos el 5 por ciento”. 
Para tener una idea de cómo Facebook se modificará, podemos viajar a un conjunto de viviendas de protección estatal en Salford, en el norte de Inglaterra, cuyos moradores usan Facebook para pagar los alquileres. Visitando la página en Facebook de Salix Homes, la empresa que administra esas propiedades en el centro de la ciudad, los habitantes pueden cancelar la renta usando una aplicación incorporada. Cuando el gobierno británico reclamó a quienes recibían beneficios habitacionales que pagaran los alquileres en forma directa, Salix acudió al lugar en el que los moradores pasaban más tiempo, es decir, Facebook. 
En los primeros meses, más de una tercera parte de los seguidores de Salix en Facebok habían usado la aplicación a través de sus teléfonos celulares. La red social ha florecido en los teléfonos –allí tiene más de la mitad de sus usuarios–, y pocos inquilinos de Salford tienen computadoras de escritorio. 

 “Muchos decían que no entraban en Internet pero sí a Facebook, al que no percibían como parte de Internet”, explica James Allan, de Salix. Esa empresa no es la única que ve a Facebook como el lugar por excelencia para llegar a la gente, un facilitador incluso para brindar servicios mucho más privados. Si Facebook tiene la capacidad para llegar a las masas dondequiera que vivan es porque también viven en Facebook.
 
Pero Facebook ya no es una red social. Hace cuatro años, Mark Zuckerberg acostumbraba declamar que todo estaba destinado a ser social. Dos años atrás, cuando se convirtió en una compañía de cotización pública, mencionó 24 veces la palabra “social”. Pero ahora el vocablo cayó en desgracia: en una reciente conferencia de prensa sólo la mencionó una vez.


Sucede que “lo social” se convirtió en un concepto demasiado restrictivo para el afán de dominio de Zuckerberg: está demasiado asociado con rivales más pequeños, como Twitter o Snapchat; y con la doctrina de compartir, que ya no se ajusta a todo lo que quiere lograr Facebook. David Kirkpatrick, autor de The Facebook effect, libro que trata sobre el ascenso de la compañía, destaca que la salud y la educación son “naturalmente algo reservado y cerrado” y para nada social.
 
“Facebook ha tenido grandes oportunidades que ni siquiera empezó a sondear en el reino de los datos personales”, insinúa, antes de añadir que Facebook nos conoce mejor que cualquier gobierno. “Si pudieran garantizar la confidencialidad, serían un depósito natural de una gigantesca cantidad de información sanitaria”, apunta. Esa masa de usuarios es la que atrae a las compañías que hacen negocios en la plataforma, y retiene a usuarios que la utilizan como un servicio público y no necesariamente por su capacidad para compartir cosas con amigos. Su conocimiento íntimo de los gustos y las vidas de una vasta cantidad de personas que pasan tiempo en el sitio se está tornando mucho más importante que su anterior argumento de venta consistente en definirse como una red social.
 
Ahora, en cambio, Zuckerberg tiene un nuevo mantra de tres pilares que repite con la insistencia con que antes enfatizaba “lo social”. El presidente ejecutivo esbozó por primera vez su visión ante sus inversores en ocasión del reporte de ganancias del año pasado. Empieza con “Conectar a todos”, una misión que garantice que los 7.100 millones de habitantes del mundo accedan a Internet y, con ella, a Facebook.


En su extremo más estrafalario, eso implica incluso contratar ingenieros expertos en drones que trabajaban en una pequeña empresa en Somerset, Inglaterra, para que desarrollen aviones no tripulados con la esperanza de que presten conectividad desde el cielo. En el extremo más aburrido, significa firmar contratos con operadores de redes para ofrecer aplicaciones gratuitas a los clientes, de modo que todos los que tengan teléfono puedan acceder a una tajada de la información online.
 
Sin embargo, mientras que el primer pilar es ambicioso, el segundo y el tercero rayan el fanatismo. “Entender el mundo” suena como un lema FODA pero, en verdad, implica que Facebook ordenará toda la información del sitio –las actualizaciones, los ‘Me gusta’, las páginas– y creará su propia base de datos explorable para competir con Google. En algunas regiones ya se puede buscar dentro de Facebook a “amigos que les gusta correr por las vías del tren”, por ejemplo.
 
Pero un día será posible usarla como una función más profunda para rastrear, por caso, fotos de los gatos de los colegas anteriores a 1995 o familiares que hicieron comentarios sobre la guerra en Irak. Según lo explicó Zuckerberg, no sólo se trata de actualizaciones cotidianas sino de “construir un conocimiento a largo plazo del mundo y poder responder preguntas que ningún otro servicio puede contestar”.
 
El tercer pilar es el más difícil de imaginar para los clientes actuales. Zuckerberg quiere que Facebook contribuya a “construir la economía del conocimiento”, que se convierta en un lugar en el que las personas creen puestos de trabajo y empresas, y sostengan “el gran cambio económico mundial basado en la información y las ideas”. En vez de desperdiciar el tiempo productivo de la gente, Facebook debería aumentar su productividad otorgando herramientas para que se empoderen en sectores como finanzas, educación y atención médica.

Cory Ondrejka, vicepresidente de Ingeniería en Facebook, declaró a Financial Times que la misión de Facebook siempre fue clara internamente y se discutió “a cada minuto desde que me incorporé hace cuatro años. La visión de Mark de hacer un mundo más abierto y conectado es lo que expresan esos tres pilares: conectar a todos, entender el mundo y construir la economía del conocimiento usando esos dos elementos”. 
En marzo, cuando adquirió Oculus, Zuckerberg indicó cómo es la idea que tiene de Facebook en el futuro. Bajó la guardia al señalar todas las posibilidades que Oculus brindaría a los usuarios sin salir de sus casas. “Imaginemos disfrutar de un partido de tenis sentados al lado del court, estudiar en un aula con estudiantes y maestros de todo el mundo, visitar cara a cara al médico o ir de compras a un shopping virtual”, sugirió. 
Ondrejka, quien hasta hace poco estuvo trabajando en el proyecto Oculus, cree que la apuesta de Facebook por la realidad virtual era inevitable: “Es la plataforma siguiente con la capacidad de compartir experiencias totalmente nuevas. La realidad virtual va a ser parte del ADN de Facebook de aquí en más”, ilustra. 
Sin embargo, este nuevo Facebook –casi un país por su magnitud– también podría ser un lugar complicado para vivir. Privado de una Constitución y de elecciones para decidir su rumbo, su ‘ciudadanía’ ha firmado un acuerdo con el sitio del que cada vez dependerá más... y sin saber adónde conducirá todo finalmente. 
Adi Kamdar, activista en temas de privacidad en la Electronic Frontier Foundation, advierte que podría ser difícil comportarse como ciudadano “en ese imperio alambicado”, especialmente cuando Facebook ya perdió la confianza de muchos usuarios para que administre meramente fotos y posteos. “Empezaron con un solo servicio como red social y construyeron un perfil sobre vos, tus amigos, el lugar donde vivís... La gente confió, pensando que se usaría para eso y, tal vez, para publicidad. Pero, de repente, sincroniza los datos de tu salud o aprovecha para crear un sistema de pagos personalizado. Esa información que dimos en el marco de un paradigma se expandió exponencialmente”. 
Agrega que los consumidores podrían beneficiarse de una empresa que maneje tantas cosas –incluso creando productos que cubran las necesidades de cada usuario–, pero deberían tener en cuenta que “la empresa a la que dan la información hoy no es la empresa que será dentro de uno, cinco o 100 años”. 
Astra Taylor, autora de The people’s plataform, libro que critica a las empresas que “dominan la vida online”, dice que Facebook podría comercializar áreas que previamente estaban libres de publicidad: “Por tradición, el aula era un lugar donde propagar información entre un profesor y los alumnos sin estar sujeta a publicidad alguna. Facebook no puede valorar las comunicaciones por sí mismas. Pero de todo lo que comunican sus usuarios, extrae datos”. 
La misión de Facebook parece tener más posibilidades de éxito en los mercados emergentes, donde hay menos rivales en industrias como las finanzas, la educación o la salud con los fondos suficientes para contrarrestar su influencia. En el mundo en desarrollo, donde las instituciones y los jugadores empresarios tradicionales tienen menos peso, Facebook podría asentarse como la plataforma para llegar a las personas. 
De hecho, ya usa sus aplicaciones para ofrecer servicios básicos, a menudo a través del largo brazo de Internet.org, que Zuckerberg fundó en 2013. Lo hizo con la meta de tornar a Internet 100 veces más accesible mediante asociaciones con empresas de teléfonos celulares, acuerdos con prestadoras telefónicas y proveedores de tecnología de avanzada. Queda claro que su función es difundir Facebook por los medios que sean necesarios. 
En Zambia, por caso, la gente puede acceder sin costo a información básica de salud con una aplicación de Internet.org. Y en la India, Facebook transmitió debates durante las elecciones nacionales para mantener informados a los votantes de la mayor democracia del mundo. Esta forma rápida y fácil de acceder a información difícil resulta, desde luego, atractiva para los usuarios. 
Si la opción consiste en mandar dinero por Facebook o por el prestamista de la esquina, o contactar a un médico calificado en el otro extremo del mundo en vez de dirigirse a la clínica local, no será difícil decidirse. Pero a algunos les resulta preocupante poner esa clase de poder en manos de Facebook. 
Evgeny Morozov, autor de To save everything, click here, advierte que la empresa podría convertirse en un “proveedor de facto de infraestructura” y servicios que la gente solía recibir del Estado, lo que dificultaría una salida posterior: “Por más que quiero creer que Internet.org tiene una misión exclusivamente humanitaria, no puedo. Me parece que es una forma de capturar un mercado emergente . Si no lo hace Facebook, entonces lo conseguirá Google”. 
Taylor advierte que, al contrario del mensaje de Facebook de crear oportunidades para los usuarios en economías en desarrollo, se podría introducir otro cambio en el escenario digital: la empresa suele anudar acuerdos con firmas de telecomunicaciones para conceder acceso gratuito a sus aplicaciones, algo que, asegura, podría dar al usuario la falsa opción entre, por caso, recibir consejos médicos por Facebook o pagar planes más caros para buscar la información online. 
En Ruanda, donde trabaja con el gobierno y con edX –la plataforma abierta de aprendizaje virtual fundada por Harvard y el MIT–, Facebook desarrolla una aplicación en la que estudiantes locales pueden participar en clases gratuitas a través de conexiones lentas de 2G. Lou Wang, de edX, quien dirigió la asociación, afirma que la empresa quiere expandir la aplicación por todo el mundo en desarrollo después de presentarla el año pasado. “Hablamos de llegar a personas en el largo viaje de ida y vuelta hasta sus casas, para asegurarnos de que esas dos horas no se desperdicien y permitirles que aprovechen el tiempo y se instruyan, oportunidad que antes no existía”. 
Pero Taylor dice que el uso potencial en la educación podría no ser bien recibido en Occidente: “Un cierto segmento de la población privilegiada no lo soportaría: es difícil ver dónde encajaría Facebook en el sistema educativo estadounidense. Y quienes no tienen más opciones en su acceso a Internet podrían verlo como otro grado de desigualdad digital”. 
Es posible que Facebook tenga una oportunidad casi única de remodelar servicios en los mercados emergentes porque goza de cierto brillo en Silicon Valley. Las empresas tecnológicas han sido festejadas por desarrollar servicios gratuitos que pueden contribuir a mejorar la calidad de vida incluso durante una recesión mundial. En este nuevo auge de las puntocom, hubo una fiebre de creación de empresas estimulada por la idea de que una simple aplicación podía generar una fortuna. 
Pero después de las revelaciones de Edward Snowden, las acusaciones de evasión de impuestos y los conflictos con las autoridades de la Unión Europea, algunos empiezan a preguntarse si es verdad que las firmas tecnológicas no pueden hacer el mal. Facebook, por cierto, podría mejorar el mundo para millones de personas. Pero, ¿podría esta debilidad por Silicon Valley y su implacable búsqueda de la innovación llevarnos a confiar demasiado en una empresa gigantesca? 
“Cuando Facebook hace eso, se lo considera innovación y espíritu emprendedor”, destaca Morozov, invitando a la comparación con el sector bancario, “pero si Goldman Sachs estuviera creando una serie de Estados independientes en el mundo, no creo que no hubiera problemas, porque Goldman Sachs no puede mentir con tanta eficacia como Facebook. Nadie pensaría jamás que trata de mejorar el mundo”. 

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