La pobreza, desafío social para las empresas locales

Uno de los conceptos clave en términos del conocimiento económico y social para el desarrollo, consiste en reconocer que únicamente en las unidades de producción, es decir en las empresas, se crea la riqueza.
Es muy probable que el campo de interés sea el desarrollo en general de la sociedad, la macroeconomía, la economía internacional, la innovación o competitividad, pero solamente la generación de riqueza en las empresas puede asegurar un crecimiento y desarrollo social y ambiental sostenible.

Por otra parte es imprescindible establecer un aspecto no menos importante: tener pobres en un país es un pésimo negocio. Pierden quienes no pueden acceder a los satisfactores -ya sean éstos bienes o servicios- y pierden quienes no pueden vender lo que efectivamente se demanda. Como si esto no fuera poco, pierde también el Estado quien de esta manera se ve limitado en sus ingresos. Pierden todos.

Con base en lo anterior, y sólo para referirnos a un aspecto crucial, el de la pobreza, es que la responsabilidad social empresarial se hace indispensable. La misma , actuando en consonancia o coordinación con las entidades públicas- puede permitir la viabilidad de aumentar la demanda agregada de los mercados internos, la sostenibilidad del crecimiento de producción y la sustentabilidad ambiental.

Esto último, caracterizado por el uso racional, sostenido de los recursos y sistemas naturales, en particular, de aquellos que son de naturaleza renovable -en última instancia, los recursos no renovables algún día se terminarán.

Es cierto que en condiciones de mercado las empresas o unidades de producción deben competir. Esto permite mejorar la calidad y pertinencia de los productos, a la vez que un abaratamiento de los mismos, permite tener una mayor cobertura en la demanda; es decir de acceso por parte de mayores sectores sociales. Esto es mucho más importante para sectores pobres o por lo general socialmente excluidos.

No obstante, el requerimiento de la competencia entre empresas con los fines anteriormente referidos, es crucial que las unidades de producción cooperen asumiendo el papel de contribución a la mejora de las condiciones sociales: mayores niveles de empleo, mejores remuneraciones, menores impactos ambientales negativos y una pertinente contribución a la generación de bienes públicos.

En esto radica, en lo fundamental, la responsabilidad social empresarial que se demanda en Colombia. Al respecto no es de olvidar que el país tiene oficialmente un 32% de la población viviendo en condiciones de pobreza -en el medio rural ese indicador llegaría al 62%- además, el país lleva el peso social de tener unos 3.7 millones de personas desplazadas, mientras que a inicios de enero de 2013 se ha reconocido que un 42% de la población padece desnutrición crónica.

Se trata de consolidar los desafíos del desarrollo. Que el crecimiento económico evidenciado en Colombia se traduzca en fortalecimiento y ampliación del empleo. Se trata de que en el país se amplíen las capacidades de las personas -esencialmente vía capacitación y educación- y se vean aumentadas las oportunidades -vía generación de empleo productivo.

En todo esto, es vital ir logrando, en el menor tiempo que sea factible, el acceso que puedan tener sectores excluidos, a efectivos mecanismos de articulación de mercado y de bienestar social. De esa manera se generarán más componentes que permitan ampliar la producción, y vastos sectores de nuestra sociedad dejarán su condición de marginalidad en la que actualmente viven.

Ser responsable implica ser más transparente
Las empresas también deben enfrentar el problema de la corrupción. Las unidades de producción no pueden promover o ser cómplices de círculos viciosos en donde el dinero fácil y rápido se puede lograr a costa de desperdiciar recursos productivos y del pisoteo de valores fundamentales -honestidad, esfuerzo y transparencia- que pueden asegurar un mejor funcionamiento de la sociedad.

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