Despidos: El lado oscuro de la fuerza

En las últimas décadas muchísimas corporaciones, luego de sesudas sesiones, han pasado por este penoso proceso de tener que “dejar ir” a parte importante de su talento que no coincide con los nuevos lineamientos organizacionales. 

Los despidos son, desafortunadamente, parte importante de cómo funciona el mundo laboral hoy. Y no es solo un tema de incompetencia, debería serlo pero no, curiosamente solo en unas pocas ocasiones las palancas que terminan detonando la salida de una empresa tienen que ver con un problema de desempeño. 

Porcentualmente hablando, los mayores despidos a nivel global tienen que ver con un “ajuste” en la estructura motivados por cambios drásticos en la cotización en bolsa, por el cambio de liderazgo y por modificaciones en el modelo de negocio que implica generalmente redibujar la estructura, cambiar las geografías, modificar los perfiles y consecuentemente darle las “gracias” a una gran cantidad de gente que se había trazado un plan de carrera de largo plazo con estas organizaciones.

En las últimas décadas muchísimas corporaciones, luego de sesudas sesiones, han pasado por este penoso proceso de tener que “dejar ir” a parte importante de su talento que no coincide con los nuevos lineamientos organizacionales. Por aquí han pasado IBM, Citigroup, General Motors, AT&T, Ford, Boeing, Kmart, HP, y Pfizer para mencionar solo algunas de las más sonadas.

El portafolio de razones es bien diverso: A IBM se le volvió obsoleto su negocio de mainframes; a Citigroup lo tomó descolocado la crisis crediticia y con pesar tuvo que dejar ir 50.000 colaboradores en todas las geografías; General Motors lo hizo como preparación a su entrada a capítulo 11; ATT sacó el 13% de sus empleados como medida que acompañaba la división de la compañía en tres unidades distintas; en fin, razones internas, razones de mercado, las realidades económicas golpean implacablemente al sector productivo llevándolo a tomar decisiones, que cuando de gente se trata, siempre aparecerían como indeseables.

El tema no es lidiar con esta, que es la realidad económica global. El “que” a veces es ineludible. Es en el “como”, en donde está el meollo del asunto. No hay nada peor que insultar la inteligencia de personas que le han puesto toda la energía a sacar adelante sus responsabilidades, que conocen la realidad de la empresa y que por lo tanto se dan plena cuenta de lo que sucede al interior de la organización.

Pues parece que no es así. La alta gerencia en unos casos, los departamentos administrativos o de recursos humanos, y los socios y juntas directivas en otros, manejan muchas veces el tema con falta de tino, con total frialdad y con una displicencia propia de épocas feudales en donde el ser humano era un activo más con el cual se transaba a conveniencia.

Los despidos tienen que manejar un protocolo. No pueden ser ni la rabieta del jefe de turno cuando son intempestivos, ni tampoco un proceso mal articulado carente de elegancia y buena comunicación. Nada que hable más de una organización que la forma en como la gente es despedida.


Cuando al que están despidiendo es el CEO, el tema se reviste de una mayor sensibilidad sobre todo cuando este es un líder que ha dejado huella en sus colaboradores, ha formado equipos sólidos, ha sembrado valores de respeto y equidad y ha liderado procesos de crecimiento que como siempre sucede estén siendo afectados por un momento puntual de la economía frente al cual su junta o sus socios simplemente “no tienen paciencia”.

Las dos cabezas más obvias de suprimir cuando las cosas no van bien son el CEO y el VP Comercial. Son los llamados a pasar al butaco de los acusados, las más de las veces sin previo aviso y muchas veces sin derecho a la defensa. Existen organizaciones que simplemente los mandan a llamar a la oficina administrativa para darle a conocer la irreversible decisión de los socios.

¡Nada que indigne más! Ahora que hay cambio de Gobierno es muy común oir este tipo de historias. Ejecutivos brillantes, reconocidos así por todo el estamento gerencial, que tienen que pasearse por el mercado con su hoja de vida debajo del brazo contando historias de horror, de despidos que muchas veces ni siquiera fueron consultadas con la junta directiva.

Los despidos son muchas veces necesarios, a veces urgentes. Pero incluso en estos casos tienen que ser comunicados con tiempo, con elegancia y previa discusión de las razones por las cuales la organización, su junta o sus socios están tomando la decisión. Deben ser luego comunicadas a toda la organización con tiempo. Deben ser consecuentes con un plan en donde se defienden los valores organizacionales y la estrategia.

Los despidos no se ejecutan los viernes por la tarde un minuto antes del toque de la “campana” ni se avisan negándole el ingreso a la persona a su oficina o cambiándole el password del computador. Mucho menos empacándole y entregándole sus cosas en la recepción. Pareciera ciencia ficción pero no lo es. Pasa todos los días y estas historias tienen que ser contadas con nombre propio para prevenir a ejecutivos brillantes de trabajar en organizaciones con modelos de valores que son todo menos los adecuados en el mundo de hoy.

En épocas en donde a través de Glassdoor podemos calificar nuestra experiencia como empleados o ex empleados de una organización, es una obligación moral dejar evidencias del mal trato para prevenir a incautos de trabajar para organizaciones o para personas que bien merecieran ser desterradas del circuito gerencial.


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